miércoles, 25 de marzo de 2009

Música portátil

Indefectiblemente, se suba uno al medio de transporte que se suba, encontrará un grupo de personas conectadas a su mp3,4,5 o celular con reproductor de música.

Dependiendo de la hora y del medio de transporte, pueden encontrarse incluso otros individuos que también escuchan música, pero a través de sus nuevos reproductores portátiles con parlantito incorporado de potente volúmen, pero que únicamente reproduce un rango reducido de frecuencias agudas, lo que los dota de un estridente sonido molestamente chillón, únicamente disfrutado por el DJ ambulante de turno y a lo sumo algún amigo.

Independientemente de la presencia o no de un DJ ambulante en las inmediaciones del medio de transporte, tanto las caras de quienes están escuchando música con auriculares como las del resto del pasaje, no exultan precisamente de alegría. Inclusive alguno un poco más osado podría llegar a afirmar que la gente, esté en un medio de transporte o esté en la calle, tanto los que escuchan música, como los que no, presentan una homogenea cara de culo.

En las épocas en las que no me robaban tan seguido los reproductores portátiles de música (empezando por el rebobinable walkman, hasta las actuales maravillas miniaturas mp... uno vaya a saber que número, de vaya uno a saber cuanta capacidad de almacenamiento) y caminaba por la calles escuchando la música que disfrutaba escuchar, al volúmen que me gustaba escucharla, caminaba feliz.

No importaba tener que acarrear el ladrillo rebobinable a bic o lapiz biselado, con su inconfundible soplido... ese bzzzzz por detrás de la música y sobre todo entre los temas. O el medio kilo de discman Panasonic plateado, alimentado con dos pilas doble AA, que te daban unas pocas horas de reproducción teniendo activado el bass boost y el entonces novedoso modo anti-shock, imprescindible para cualquier deportista extremo que quisiera saltar de un barranco escuchando su cd musical como vendía la publicidad, o a cualquier persona común que quisiera caminar por la calle con su discman sin que el disco saltase.

El placer de moverse musicalizado, todo lo valía. La música transformaba toda esa realidad que me rodeaba en una gran ficción de la que yo formaba parte y en ocasiones era protagonista.

En la última película que venía protagonizando por la calle, un muchacho detuvo mi camino y dijo algo que no llegué a escuchar. Me saqué los auriculares y el muchacho repitió aquella frase que transformó la película de ficción a documental de autor en un segundo: "Dame todo, gato, o te corto la cara".

Miau, dije, y le entregué mi reproductor de música al muchacho (sintiendo que le estaba entregando muchísimo más). Apenas lo tuvo en sus manos, me dijo que caminara sin correr hasta la esquina y doblara sin mirar para atrás. Maullé nuevamente y empecé a caminar. Al doblar la esquina, yendo a contramano de mi casa, caminé como sonámbulo durante cuadras.

Esa noche, con las piernas cansadas, recordando lo sucedido, una pregunta sumamente poco importante (a las que con el tiempo uno se va acostumbrando) se apoderó de mí: ¿estaría el muchacho en este momento escuchando mi selección musical en mi reproductor de música?
La respuesta con más quórum rondaba en torno al no positivo. Muy probablemente a esta altura el reproductor con su música y auriculares habían metamorfoseado en algunos papelitos o cualquier otra cosa de interés o necesidad de su nuevo dueño, por valor de no más de $30.

Pero quizá y solo quizá, en el viaje a venderlo, el muchacho urgó en el aparatito a ver si encontraba algo de música de su agrado. Me lo imaginé masturbando el botón "next album" incansablemente sin encontrar nada de su gusto. Me imaginé incluso diciendo para sus adentros: "que mal gusto el del gato éste". Y me imaginé su expresión y descubrí que esa cara de culo con auriculares la tenía vista de algún lado...

2 comentarios:

Bruno dijo...

buenísimo, me encantó la elípsis del texto. sabés que se me ocurre? que arranque diciendo algo asi como que ver a la gente escuchando sus reproductores te da la sensación de que se lo acaban de robar y no les gustó lo que tenía, o una onda asi mas o menos, cosa que se terminaría de entender hacia el final. que te parece?

Mati Roggero dijo...

Hubiera estado bueno. Es un buen recurso... texto circular.
Abrazo!