jueves, 28 de agosto de 2008

Dejar de fumar

Una vez más voy a dejarlo. Definitivamente. Sacando el humo por la nariz y reventando el cigarrillo contra el cenicero, me digo a mi mismo: “el último”.

No tengo más cigarrillos en casa. Es lógico: dejo de fumar al acabar el atado, no antes. El último cigarrillo de mi vida es justamente ese último Marlboro.

Tiro las cenizas en un frasco, así podré ponerle una etiqueta y mostrárselo orgulloso a todo el mundo: esas son las cenizas del último cigarrillo que fumé en mi vida. De película digamos…

Pasan tres horas. Veo que el cenicero tiene tres colillas aplastadas.

Pasan cuatro horas. Veo que en realidad el cenicero tiene dos colillas aplastadas y una a la que le queda una pitada.

Colillas. Así empecé a fumar. Colillas levantadas de las calles de Bariloche, donde solía veranear junto a mi familia. Diez, once años.
Las juntaba caminando calle arriba por la Belgrano, volviendo a la casa para tomar la merienda. Las tostadas no habían saltado aún, entonces me escabullía por el costado del quincho, acariciando el tronco de la araucaria. La Cueva. Así le llamaban mis primos mayores. Un espacio de unos dos metros cuadrados, tapados por la ya mencionada araucaria y algunos arrayanes. A un lado, la pared del quincho, al otro, cañas de bambú.

Los fósforos estaban escondidos en una bolsa de plástico, entre las cañas. Tomaba una colilla, miraba la marca, encendía un fósforo y daba unas caladas, tosiendo el humo hasta terminarlo. Entonces encendía otro.

En aquella época fumaba a escondidas. Durante la adolescencia fumé frente a mis padres. A los veintiuno, en un intento desesperado por conseguir dejar de fumar, dije a toda mi familia que lo había dejado.

Entonces volví a fumar a escondidas. La ventana abierta, los desodorantes. Obviamente duró poco esa situación, y volví a fumar oficialmente.

Hoy, 29 de agosto de 2008, a solo 5 días de mi cumpleaños número 25, de cumplir un cuarto de siglo, volví a apagar un cigarrillo despidiéndolo como el último. Y a las pocas horas a esa colilla le quedaban dos pitadas.

Primeras letras

Ganas de escribir algunas cosas para que sean leídas por quienes quieran leerlas... y ya que no cuesta nada, armé este blog.
Ideas (di) Sueltas